A lo largo de la historia y en todo el mundo, las personas migrantes o refugiadas han contribuido a fortalecer las comunidades aportando innovaciones, diversidad, enriqueciendo la cultura y contribuyendo a la sociedad mientras se esfuerzan por forjar una vida mejor.
La gente se traslada a otros países por diversas razones. Algunos por motivos de trabajo o para estar con la familia o simplemente por la posibilidad de empezar de nuevo o tener una vida mejor.
Otras se han visto obligadas por conflictos o persecuciones políticas a buscar seguridad en otro país. Las personas migrantes y refugiadas suelen ser vulnerables a violaciones y abusos de sus derechos y su dignidad. Pero cuando se unen para exigir que se protejan sus derechos, o cuando otras personas lo hacen en solidaridad, los gobiernos de todo el mundo suelen poner obstáculos, restringiendo los derechos y las libertades en lugar de respetarlos. Quienes defienden los derechos de las personas migrantes y refugiadas, y muestran cómo la migración y los derechos humanos están interconectados, exaltan lo mejor de la humanidad: inclusividad, diversidad y solidaridad, que en muchos casos salva vidas.
Ante los crecientes desafíos en todo el mundo, muchos gobiernos hacen grandes inversiones en programas de desarrollo y paz y seguridad para abordar las causas fundamentales de los conflictos, las crisis y el cambio climático. Pero la impunidad, la corrupción y la inestabilidad persisten, y a veces se ven exacerbadas por las acciones de esos mismos gobiernos en otras áreas, como la política, la economía y el comercio. No es difícil entender por qué muchas personas toman la difícil decisión de abandonar sus hogares y familias en busca de una vida mejor y más segura. ¿No lo harías tú?
Sin embargo, en lugar de encontrar tranquilidad, seguridad u oportunidades, muchas personas migrantes y refugiadas son explotadas, victimizadas, amenazadas e incluso asesinadas. Quienes pueden encontrar un puerto seguro pueden intentar unirse para defender a sus comunidades, sólo para descubrir que su lucha por los derechos puede provocar más problemas, no menos. Las personas desamparadas, en peligro, perdidas o heridas necesitan ayuda para salvar su vida; pero cuando los ciudadanos de a pie se mueven para ayudar proporcionando agua o refugio, o apoyo legal, o simplemente el préstamo de un teléfono móvil, pueden enfrentarse a un juicio por “delitos de solidaridad”, actos que en realidad deberían considerarse como un tributo a la humanidad.
A pesar de este difícil entorno, y a veces con gran riesgo, las personas que defienden los derechos de las personas migrantes y refugiadas continúan con su trabajo. Exigen a los gobiernos que cumplan su palabra en lo que respecta a la protección de los derechos, utilizando para ello la ley, las reuniones pacíficas y campañas innovadoras. Proporcionan refugio a quienes cruzan las montañas en invierno y los desiertos en verano. Llevan a las personas refugiadas y migrantes a sus hogares y comunidades para generar confianza, cohesión y comunidades sostenibles. Recuerdan y conmemoran a las personas desaparecidas, presuntamente muertas, y siguen luchando por quienes viven.
ISHR apoya a las personas migrantes defensoras de los derechos humanos
Durante todo este proceso, ISHR está dispuesto a garantizar que esta lucha sea visible, y que ningún gobierno pueda justificar que se trate a una persona con menos dignidad simplemente por estar indocumentada. Estamos presentes, trabajando con la sociedad civil y las organizaciones de migrantes para reconocer su trabajo como defensa de los derechos, para legitimar sus preocupaciones, para elaborar estrategias sobre cómo utilizar la incidencia internacional, junto con una serie de otras herramientas para mejorar las políticas y las prácticas que conforman la “gestión de la migración”.
Estamos de acuerdo con estas personas: no importa dónde haya nacido uno, ni qué documentos tenga, los derechos humanos no desaparecen en la frontera.