Jo Becker: 5 factores clave para lograr una campaña de derechos humanos exitosa

¿Cuáles son los secretos del éxito de las campañas de derechos humanos? En muchos casos, ni siquiera los esfuerzos más persistentes y las campañas más creativas bastan para vencer a poderosas autoridades estatales decididas a ejercer prácticas opresivas. Sin embargo, según Jo Becker, de Human Rights Watch, algunas estrategias clave aumentan las posibilidades de éxito.

El movimiento de derechos humanos ha contribuido a derrocar dictadores, ha revertido prácticas gubernamentales arraigadas y ha transformado la percepción pública de cuestiones fundamentales. Pero, como ocurre con cualquier movimiento social, algunos esfuerzos han tenido éxito, mientras que otros han fracasado.

¿Cuáles son los secretos del éxito de las campañas de derechos humanos? ¿Cómo superaron las familias de la Libia de Muamar Gadafi la intimidación de las fuerzas de seguridad para exigir responsabilidades por una matanza en una prisión? ¿Cómo consiguieron grupos africanos e internacionales que el ex presidente liberiano Charles Taylor fuera juzgado por crímenes de guerra? ¿Cómo desafiaron los activistas de California décadas de legislación de “mano dura contra la delincuencia”?

En muchos casos, ni siquiera los esfuerzos más persistentes y las campañas más creativas bastan para vencer a poderosas autoridades estatales decididas a ejercer prácticas opresivas. Sin embargo, algunas estrategias clave aumentan las posibilidades de éxito.

1. Múltiples puntos de aprovechamiento

Las campañas tienen más probabilidades de éxito si no ponen todos los huevos en la misma cesta. Por ejemplo, la Campaña contra la Impunidad (Campaign Against Impunity) -que une a organizaciones de toda África con grupos internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional- utilizó múltiples estrategias para garantizar que Taylor fuera juzgado por crímenes de guerra relacionados con su apoyo a los rebeldes en la brutal guerra civil de Sierra Leona.

Cuando su propia presidencia de Liberia se vio asediada en 2003, Nigeria ofreció asilo a Taylor para inducirle a renunciar. A pesar de la aquiescencia internacional al acuerdo, la campaña implicó a los medios de comunicación nacionales e internacionales, al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al Parlamento Europeo y a gobiernos individuales (especialmente el de Estados Unidos) para instar a que Taylor compareciera ante la justicia.

Activistas presentaron demandas judiciales en Nigeria impugnando el asilo de Taylor, presionaron al presidente Olusegun Obasanjo para que entregara a Taylor para ser juzgado e instaron a la recién elegida presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, a que solicitara el traslado de Taylor. Cuando Taylor desapareció de su villa nigeriana en la víspera de una reunión programada entre Obasanjo y el presidente estadounidense George W. Bush en 2006, activistas y miembros del Congreso presionaron a Bush para que cancelara la reunión a menos que Obasanjo detuviera a Taylor y lo entregara para ser juzgado.

La estrategia funcionó. Taylor se convirtió en el primer ex jefe de Estado desde Nuremberg condenado por crímenes de guerra por un tribunal internacional. En 2012, Taylor fue declarado culpable de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por su papel en la guerra de Sierra Leona y condenado a 50 años de prisión.

2. Alianzas amplias

Las campañas tienen más probabilidades de éxito cuando reúnen a una amplia gama de personas y grupos como una voz unificada, en la que cada persona utiliza su ventaja comparativa. Son incluso más fuertes si cuentan con personas aliadas inesperadas que amplíen el atractivo de la campaña. En California, por ejemplo, las condenas penales se han endurecido durante décadas, sin tener en cuenta la naturaleza del delito o del delincuente. Pero en 2012, una coalición consiguió una nueva ley que ofrecía a los delincuentes juveniles condenados a cadena perpetua sin libertad condicional la posibilidad de salir en libertad. Contraviniendo el derecho internacional, Estados Unidos es el único país del mundo que impone penas de cadena perpetua sin libertad condicional por delitos cometidos antes de los 18 años. En todo el país, aproximadamente 2,500 personas reclusas están condenadas a morir en prisión por delitos cometidos antes de ser consideradas suficientemente maduras para votar.

Fair Sentencing for Youth reunió no sólo a grupos de derechos humanos, profesores de derecho, líderes religiosos y estudiantes, sino también a antiguos fiscales, al sindicato estatal de guardias de prisiones y a familiares de víctimas de asesinatos cometidos por menores. Los líderes de la campaña consiguieron persuadir al grupo de guardias de prisiones de que los reclusos sin esperanza de salir en libertad eran más propensos a convertirse en un peligro para otras personas reclusas y para los y las guardias. Aunque algunas familias de víctimas de asesinato se mostraron abiertamente en contra de cambiar la ley, otras expresaron la opinión de que los delincuentes juveniles debían tener una oportunidad de redención.

Uno de los aliados más inesperados fue Newt Gingrich, el conservador ex presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Gingrich escribió un artículo de opinión que apareció en un periódico de San Diego, en el que sostenía que, aunque la juventud es más propensa a actuar por impulso, a menudo cambian para mejor, y que condenar a delincuentes juveniles a cadena perpetua sin libertad condicional era abusar del encarcelamiento.

El amplio abanico de personas y grupos que participaron en la campaña aportó diversas perspectivas y, en algunos casos, “cobertura” política a les legisladores. Tras las estrechas derrotas en 2010 y 2011, la campaña consiguió que en 2012 se aprobara una nueva legislación que permitía a las personas jóvenes delincuentes condenadas a cadena perpetua sin libertad condicional solicitar su puesta en libertad tras cumplir 25 años.

3. Incidencia oportunista

Muchas de las mejores campañas aprovechan acontecimientos o sucesos específicos que ofrecen oportunidades únicas de incidencia. En algunos casos, los activistas trabajan para mantener viva una cuestión durante años, esperando el momento oportuno para conseguir el cambio. Un ejemplo dramático fue la valiente organización en Libia de los familiares de las 1,200 personas presas masacradas por las fuerzas de seguridad en la prisión de Abu Salim en 1996.

Bajo el régimen de Gadafi, la disidencia podía acarrear cadena perpetua o ejecución. Prácticamente todo activismo en favor de los derechos humanos estaba prohibido. En 2004, las familias de los presos empezaron a aprovechar las modestas reformas políticas. Empezaron a hablar sobre la masacre y a presionar para que se dijera la verdad sobre lo ocurrido a sus seres queridos de una forma que no era posible unos años antes. Presentaron denuncias ante los tribunales libios, utilizaron las nuevas redes sociales para dar a conocer sus demandas y, a partir de 2008, organizaron las primeras manifestaciones independientes en Libia en 40 años.

Consiguieron concesiones inesperadas del gobierno de Gadafi, como el reconocimiento de la masacre, ofertas de indemnización y certificados oficiales de defunción de los fallecidos. En 2011, cuando la Primavera Árabe comenzaba a extenderse por el Medio Oriente, el portavoz de las familias, Fathi Terbil, fue detenido. Reforzadas por años de organización y manifestaciones públicas, las familias protestaron por la detención de Terbil, lo que desencadenó manifestaciones a gran escala en toda Libia. Esas protestas ayudaron a que se produjera el levantamiento armado de seis meses que derrocó al régimen de Gadafi.

4. Investigación sólida

La investigación y la documentación son algunas de las herramientas más poderosas de la incidencia en derechos humanos. Ningún movimiento puede tener éxito sin hechos que respalden sus reivindicaciones. Las campañas a favor de los tratados para prohibir las minas antipersona, las municiones de racimo y el uso de niños soldados, entre otros, dependieron de una investigación sólida para demostrar los efectos nocivos y la magnitud de las violaciones.

Por ejemplo, cuando a finales de la década de 1990 los activistas empezaron a hacer campaña a favor de un tratado de la ONU que prohibiera el uso de menores de 18 años como soldados en conflictos armados, se encontraron con que algunos diplomáticos se mostraban escépticos sobre la gravedad del problema. Para defender su causa, las personas defensoras emprendieron investigaciones que demostraban que cientos de miles de niños soldados estaban siendo utilizados en guerras en casi 30 países. También presentaron estudios de casos convincentes de niños obligados a luchar en guerras que no habían provocado ellos mismos, como parte de una amplia campaña mundial.

Posteriormente, la ONU adoptó un tratado que prohíbe el uso de niños soldados, ratificado ya por 150 países. Desde que comenzó la campaña, tanto el número de niños soldados en todo el mundo como el número de países donde combaten se ha reducido a la mitad.

5. Liderazgo de las personas más afectadas

No es de extrañar que las personas más afectadas por las violaciones de los derechos humanos sean a menudo los líderes más eficaces y creíbles para el cambio. Algunas de las personas trabajadoras más explotadas del mundo han conseguido en los últimos años una de las victorias más importantes -aunque poco reconocida- en materia de derechos humanos. Las personas empleadas del hogar, niñeras y cuidadores suman entre 50 y 100 millones en todo el mundo, pero a menudo están excluidos de la protección de las leyes laborales nacionales. Se enfrentan a toda una serie de abusos, desde largas jornadas laborales sin días libres hasta acoso sexual o violencia por parte de sus empleadores. Algunos trabajan durante meses sin cobrar o se ven atrapados en situaciones de trabajo forzoso y trata de personas.

Aunque la Organización Internacional del Trabajo ya había reconocido en 1965 la necesidad de normas laborales mundiales para los trabajadores domésticos, las leyes no empezaron a cambiar hasta que las propias personas trabajadoras empezaron a movilizarse por un salario mínimo, días de descanso, pago de horas extraordinarias y otros derechos de los que disfrutan otros trabajadores. Formando sus propios sindicatos y asociaciones, consiguieron protecciones laborales nacionales en países como Bolivia, Perú, Tanzania y Sudáfrica, y en junio de 2011 obtuvieron el voto abrumador de los gobiernos a favor de un tratado internacional de derechos laborales que garantiza a los trabajadores domésticos los mismos derechos laborales que a los demás trabajadores. El Convenio sobre los Trabajadores Domésticos entró en vigor en septiembre de 2013.

Ninguna iniciativa de derechos humanos tiene éxito con una sola estrategia. Las más eficaces recurren a todas ellas. Aun así, no hay garantía de éxito. Pero las victorias del movimiento de derechos humanos han ofrecido lecciones útiles sobre cómo lograr un cambio real y proteger los derechos de las personas más vulnerables.

Jo Becker es directora de incidencia en derechos de la infancia de Human Rights Watch y autora de Campaigning for Justice: Human Rights Advocacy in Practice (Stanford University Press, 2013). Síguela en Twitter @jobeckerhrw. Una versión anterior de este artículo apareció en World Policy blog.

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